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El torero Manuel Caballero toreando de salón en el Curso de Albacete. |
El pasado fin de semana tuvo lugar en Albacete un curso de iniciación a la tauromaquia, organizado por el Club de Aficionados Prácticos Taurinos con el Matador de toros Dávila Miura a la cabeza. Pioneros en este tipo de actividades, uno de los objetivos que tienen es llevar al aficionado del tendido al albero, acercando la tauromaquia a cualquier tipo de persona, y sin duda alguna, lo consiguen.
Tras conocer de primera mano, la metodología de trabajo con la que forman a la afición hay muchos aspectos destacables. Atender a un grupo heterogéneo tanto en edad, sexo, y nivel al manejar los trastos es tremendamente complicado. La variedad didáctica que emplean para satisfacer a todos los alumnos es digna de admirar. Desde hace algunos años, he podido visitar una gran cantidad de escuelas taurinas, algunas muy buenas, otras menos, pero ninguna con la forma de trabajo del Club de Aficionados Prácticos.
Es muy meritorio que, en dos días de entrenamiento, una persona que nunca ha tenido contacto con los trastos de torear, sea capaz de darle un muletazo quieto y corriéndole la mano, sin enganchones, a una becerra de mucho empuje. Merito, por supuesto, del alumno, pero también del maestro. Los ejercicios que se realizaron para que todo el mundo pueda asimilar la base técnica del toreo fueron realmente buenos. Las explicaciones técnicas del equipo de profesionales docentes estaban muy orientadas a un modelo comprensivo, muy característico de la enseñanza de la Educación Física.

Hace unos días, en una entrevista dije que el torear en el campo te hace mejor aficionado. Rectifico de esas declaraciones. Conozco muchos grandes y muy buenos aficionados que no han pegado un pase ni a “un melón cuesta abajo”. En mi opinión, el aficionado que torea en el campo no es ni mejor, ni peor… si no más completo.
Formando, y también creando afición es el trabajo que están llevando a cabo los fundadores del Club de Aficionado Prácticos. Sin ninguna duda, serían un gran equipo para formar a los que quieren iniciarse en esta profesión.

En mi caso, lo que no olvidaré son las lágrimas de un aficionado catalán al llegar al burladero tras dar su primera tanda de muletazos a una becerra. Ojala, algún día, esa lágrima pueda volver a caer en los tendidos de la Monumental tras una buena faena en el albero de la ciudad Condal.